Bienvenido a Beijing

Por
Le coq

noviembre 7, 2018

Después de 30 horas a bordo del TransMongolian, llegamos a Beijing.

Por dónde empezar?

Por supuesto, después de pasar un poco más de una semana en el lugar, tendríamos miles de cosas que decir sobre esta mega-ciudad. Visitamos el Palacio de Verano, caminamos en la Ciudad Prohibida, paseamos por los hutongs (barrios antiguos de pequeños callejones con las casas tradicionales), fuimos al museo nacional de arte, hicimos un recorrido en el Templo de Confucio y el Templo de los Lamas, probamos el pato pequines, fuimos al peculiar Mercado de Silihe e incluso tuvimos el lujo de saludar a Mao (en su respuesta en su mausoleo).

En resumen, hicimos casi todo lo que se debe hacer, visitamos casi los «imprescindibles» de la capital china, pero la verdad es que no nos encantó. Ojo! Esto es totalmente subjetivo, pues habrán muchas personas a las que probablemente les encante esta ciudad.

“Big brother is watching you”

Uno de los motivos es que sentimos un excesivo control que te hace sentir como en 1984 de Orwell, hay cámaras por todos lados que te observan y en cada estación de metro revisan tus pertenencias con rayos x.

Otra cosa, la polución en el aire… esa constante capa gris que cubre toda la ciudad y que no te deja respirar tranquilamente, no en vano es una de las ciudades con mayor índice de polución en el aire del mundo.

Fue un shock también llegar a una ciudad tan moderna (con tantas mega-construcciones) y con taaaaaanta gente donde tienes que hacer cola para todo (obvio, por eso es el país con mayor habitantes en el mundo, plop!), después de haber estado en un país que parece que se quedoo en el pasado y donde ves una casita cada 20 kms (recordemos que Mongolia es el país con menos densidad poblacional del mundo!).

Además, como viajeros y en un país tan culturalmente diferente, sentimos mucha indiferencia de parte de las personas pues no estaban muy dispuestas a ayudarnos cuando lo necesitábamos (varias veces ni querían respondernos o nos evitaban). En general, no nos sentimos muy bienvenidos pero reconocemos que también venimos sesgados por el cálido trato de los mongoles, lo que hace que percibamos a los chinos como menos acogedores. Repetimos: esta fue nuestra experiencia pero a quizá para ti podría ser diferente.

A pesar de todo

Pero hay cosas buenas también: los monumentos y construcciones que se remontan a la época del imperio son realmente impresionantes, así como los templos que están en perfecto estado de conservación. Perderte por los hutongs también es divertido porque puedes alucinar como vive la gente local en su día a día, por ejemplo, yo me preguntaba por qué, de cuando en cuando, veía gente andando por la calle en pijama… y es porque las pequeñas viviendas en los hutongs no cuentan con baño propio y por eso los habitantes deben ir al baño público más cercano (por eso también hay siempre baños públicos por todas partes!).

Otra cosa positiva es que siempre nos sentimos seguros por más que camines solo por la madrugada en la calle más oscura, pero eso quizá fue nuestra buena suerte. Las calles impecables. Tomar el te, todo un ritual que tienes que experimentar.

Pero lo mas interesante es que Beijing es la muestra perfecta de cómo convive lo tradicional y lo moderno. Es una ciudad que refleja como este mountruoso país apunta a modernizarse a toda costa pero conservando su cultura y su tradición.

En conclusion

Nos gustó:

El contraste entre lo antiguo y lo moderno.
La larga caminata en el palacio de verano donde aún se puede encontrar algo de paz y tranquilidad.
El mercado de Silihé, para descubrir peces, langostas, las famosas nueces y otras aficiones tradicionales chinas.
Los pequeños restaurantes del barrio donde no entiendes nada en el menú, pero donde aún disfrutas.